miércoles, 8 de julio de 2009

Capitalismo de ficción

"...El capitalismo de producción definiría el período desde finales del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra mundial, en cuyo transcurso lo principal eran las mercancías. A continuación, el capitalismo de consumo, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, destacaría la trascendencia de los signos, la significación de los artículos envueltos en el habla de la publicidad. Finalmente, el capitalismo de ficción, surgido a comienzos de los años noventa del siglo XX, vendría a cargar el énfasis en la importancia teatral de las personas.
Los dos primeros capitalismos se ocuparían ante todo de los bienes, del bienestar material; el tercero se encargaría de las sensaciones, del bienestar psíquico. La oferta de los dos anteriores era abastecer la realidad de artículos y servicios mientras la del tercero es articular y servir la misma realidad; producir una nueva realidad como máxima entrega. Es decir, una segunda realidad o realidad de ficción con la apariencia de una auténtica naturaleza mejorada, purificada, puerilizada. Esta segunda realidad gestada como un doble es la última prestación del sistema, tan definitiva que el mismo capitalismo desaparece como organización social y económica concreta para transformarse en civilización y se esfuma como artefacto de explotación para convertirse en mundo a secas. ¿El mejor de los mundos? Todo cuanto pueda ser mejor se encuentra incluido en sus potencialidades globalizadas, absorbentes, porque incluso la aventura extrema, la cara de la Revolución o el terrorismo, son asumidos como estímulos de su espectáculo.
La guerra santa, la responsabilidad moral de las empresas, el comercio justo, el marketing con causa, la trasparencia de la política, la estética de los injertos, la orgía futbolística y los reality show, la videovigilancia universal, la cultura del shopping, la ciudad como parque temático, la copia global, la democracia a granel, la clonación, la customización, los virus misteriosos o el gen suicida, son fenómenos del capitalismo de ficción, dentro de una esfera donde la representación ha ganado la batalla y lo real se convalida por la realidad del espectáculo. Para este cambio ha sido necesario, primero, convertir al ciudadano en espectador y, segundo, vender las entradas a todo un planeta homogeneizado, cada vez más susceptible de ser tratado como un territorio sin tropiezos. ¿Choque de civilizaciones? ¿Países por democratizar? ¿Pueblos por liberar? ¿Clientes por occidentalizar? ¿Basuras por reciclar? Estos obstáculos se disuelven progresivamente en el capitalismo de ficción tan irresistible como un gas y tan fatal como el ímpetu de la naturaleza. Una naturaleza que ha ingresado también, desde el ecologismo empresarial a los derechos humanos de los animales, en la misma música de la ficción. Un universo, en fin, donde se puede ser destructor y reconstructor al mismo tiempo, criminal y humanitario a la vez, obrero y capitalista, católico y budista, hombre y mujer: Todo ello sin que a nadie le importe si estás vivo o muerto. O, incluso, si la de-función posee sentido en medio de la incesante función continua, veinticuatro horas sobre veinticuatro, siete días sobre siete, que ha inaugurado el omnipresente sistema de ficción."

El estilo del mundo. Vicente Verdú

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