lunes, 6 de julio de 2009

Charles Baudelaire


AL LECTOR
(La revue deux mondes, 1855)

El pecado, el error, la idiotez, la avaricia,
nuestro espíritu ocupan y el cuerpo nos desgastan,
y a los remordimientos amables engordamos
igual que a sus parásitos los pordioseros nutren.

Nuestro pecar es terco, la contrición cobarde;
cómodamente hacemos pagar la confesión,
y volvemos alegres al camino enfangado
pensando que un vil llanto lave todas las faltas.

En la almohada del mal es Satán Trismegisto
quien largamente mece nuestro hechizado espíritu,
y el preciado metal de nuestra voluntad
este sabio alquimista por completo evapora.

¡El Diablo los hilos que nos mueven sujeta!
Encontramos encantos en cosas repugnantes;
hacia el infierno damos un paso cada día,
sin horror, a través de tinieblas que hieden.

Igual que un libertino pobre que besa y come
el pecho torturado de una antigua ramera,
robamos al pasar un placer clandestino
que exprimimos con fuerza cual a vieja naranja.

Preso y hormigueante, como un millón de helmintos,
un pueblo de Demonios nos bulle en el cerebro,
y cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
baja, río invisible, con apagadas quejas.

Si el estupro, el puñal, el veneno, el incendio,
no bordaron aún con sus gratos dibujos
el banal cañamazo de nuestra suerte mísera,
es que nuestra alma, ¡ay!, no es lo bastante osada.

Pero entre los chacales, las panteras, los linces,
los simios, las serpientes, los buitres y escorpiones,
los monstruos aulladores, gritadores, rampantes,
en el infame zoo de nuestras corrupciones,

¡hay uno más malvado, más inmundo, más feo!,
Aunque no gesticule ni lance grandes gritos,
gustosamente haría de la tierra un desecho
y dentro de un bostezo al mundo engulliría;

¡Es el Hastío! - el ojo lleno de involuntario
llanto, sueña cadalsos, mientras fuma su pipa.
Lector, tú ya conoces a ese monstruo exquisito,
¡Mi semejante, - hipócrita lector, - hermano mío!.

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