La Grande Bouffe, en castellano titulada La gran comilona, es una excelente y polémica película de 1973 dirigida por Marco Ferreri que narra como cuatro amigos, unidos por el hedonismo y el tedio más absoluto, se reúnen en una villa señorial con la idea de suicidarse comiendo sin tregua en una orgía de pitanza y sexo. La obscenidad erótica se entremezcla con los cerdos, los quesos, los jamones y el caviar... y cuando todos están cebados, comienzan las deserciones. Los protagonistas son: Marcello Mastroianni, el piloto de línea; Ugo Tognazzi, el restaurador; Michel Piccoli, el realizador de televisión; y Philippe Noiret, el juez que vive con su ama de llaves. Ugo se encarga de la elaboración de los platos mientras que Marcello hace lo propio con las prostitutas. No obstante, asustadas por el cariz que van tomando los acontecimientos, éstas huyen por la mañana muy temprano, quedando sólo una, fascinada por la empresa suicida de los protagonistas.
La gran comilona es una crítica feroz de la sociedad del bienestar y del consumo que termina por destruirse a sí misma. El hartazgo de la Europa rica, la gran crisis ideológica de carácter nihilista que siguió al mayo francés y el propio agotamiento de las filosofías libertarias unidas al fenómeno hippy, son algunos de los emblemas que podemos encontrar en el film…
La Grande Bouffe, un festín de excesos que afecta a nuestras pasiones más primarias, que nos excita, nos perturba y, sobre todo, nos abre el apetito.
(Secuencia número 19)
Solo a título informativo y para demostrarles que en la cocina no soy ningún simplote, les nombraré las mejores ostras del mundo: Armoricaines, Cancales, Belons, Ostende, Gravettes, Marennes, Arachon. Otras ostras más comunes y, por lo tanto, menos caras, son las Claires y las Spéciales. Nuestro Mediterráneo no nos da sino las modestas Tarantine, Lamellose, Adriatiche y Cristate.
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