


Giovanni da Modena cogió el pincel y comenzó a plasmar al Profeta Mahoma completamente desnudo, rodeado por una serpiente, en el momento de ser torturado por un leviatán. No podría aventurar el pintor que, 551 años después, en el 2002, aquellas pinceladas que contemplaba orgulloso acabarían siendo objetivo de la ira de la organización terrorista islámica de Osama bin Laden, furiosa por considerar la obra una blasfemia. La Unión de Musulmanes de Italia destapó la caja de los truenos: “el fresco que representa a Mahoma en el infierno es blasfemo y obsceno”, exclamaron en una carta enviada al Papa Juan Pablo II hace pocos años. Tenían muy claro que esa obra era una afrenta demasiado grande, por lo que debía desaparecer. Para ello inauguró una campaña de movilizaciones (entre ellas una manifestación ante la mezquita de Roma) que hasta el momento, sin embargo, de poco han servido. Actualmente, mientras algunos representantes musulmanes en Italia se conforman con pedir que se quite el nombre del Profeta debajo de su figura, otros más exigentes propugnan incluso la “destrucción total”. «Quien trate de destruir esa imagen será bendecido por Dios, porque lo hará para modificar una actitud nociva y rechazada por el Islam», dijo Abdel Aziz El Mataani, profesor de la más antigua universidad islámica, la de Al Azhar de El Cairo. La noticia de un posible atentado contra la basílica, difundida hace unos años por un diario italiano, no ha sido confirmada por las fuerzas policiales de Bologna, que “aseguran” no tener ninguna evidencia de ello. Aun así y desde entonces, la iglesia se encuentra vigilada constantemente por policías de paisano. Últimamente San Petronio es asediada por centenares de turistas y curiosos que quieren ahora contemplar el suplicio (quien sabe si cada vez menos eterno) del Profeta مُحَمِّد.